¿Cuáles son las consecuencias económicas de la falta de agua potable?

El acceso a fuentes de agua potable es esencial para la salud y la vida de las personas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 2000 millones de personas viven en países con escasez de agua, una situación que se prevé que empeore en algunas regiones, a consecuencia del cambio climático y el crecimiento de la población.

Sin embargo, el impacto en la sociedad de la falta de acceso al agua potable va más allá: Tiene múltiples consecuencias, entre ellas las económicas. Aunque es innegable que las consecuencias para la vida humana son las más graves, en este artículo nos centraremos en analizar las económicas, que afectan también a la calidad de vida e incluso a la capacidad de subsistencia de las personas en todo el mundo.

1. Se produce una pérdida de la productividad agrícola

La pérdida de productividad agrícola es una de las principales consecuencias de la escasez hídrica. El impacto es especialmente grave en países que basan gran parte de su economía en este sector, y sobre todo en comunidades rurales donde la agricultura y la ganadería representan la principal, si no la única, fuente de ingresos.

La falta de acceso al agua potable y de riego adecuado se traduce en una disminución de la producción agrícola. Los cultivos se vuelven más vulnerables a la sequía, lo que puede resultar en cosechas fallidas y una reducción en la oferta de alimentos. Esto no solo afecta la seguridad alimentaria, sino que también puede aumentar los precios de los alimentos en los mercados locales e internacionales.

Un ejemplo reciente de esto es el caso del aceite de oliva en los mercados español, italiano y del norte de África, donde la falta de lluvias se ha traducido en una escasez de la cosecha de olivas dedicadas a la producción de aceite, y por lo tanto en una subida del precio de este producto para el consumidor final.

Esto podría llevar, y de hecho ya está llevando, a muchos agricultores a cambiar sus prácticas agrícolas y optar por plantar cultivos menos dependientes de agua, lo que reduciría la diversidad de cultivos y limitaría las opciones alimentarias disponibles. Además, podría haber una mayor dependencia de cultivos genéticamente modificados para resistir la sequía, lo que plantea preocupaciones sobre la seguridad alimentaria y la sostenibilidad a largo plazo.

En comunidades básicamente rurales, como es el caso de muchas zonas del continente africano, la pérdida de ingresos y la inseguridad alimentaria derivada de la falta de agua pueden hacer entrar o perpetuar el ciclo de pobreza, la vulnerabilidad económica y la inseguridad alimentaria.

2. Limita el crecimiento industrial

Muchas industrias utilizan agua como parte integral de sus procesos, desde la fabricación hasta la limpieza. La escasez de agua puede resultar en paros imprevistos de la producción, lo que afecta la productividad y la capacidad de cumplir con los plazos de entrega.

Las empresas pueden optar por invertir en tecnologías más avanzadas para reciclar y reutilizar el agua, o bien adquirir el agua de fuentes externas, pero ambas cosas requieren inversiones que elevan los costes operativos.

Si la industria utiliza agua para enfriar maquinaria y equipos, la falta de agua puede llevar a una disminución en la eficiencia energética, ya que puede verse obligadas a reducir la producción o limitar la operación de equipos para evitar sobrecalentamientos. Esto puede resultar en un uso ineficiente de la energía y, por lo tanto, en mayores costos.

En última instancia, esto afecta a la competitividad y capacidad de crecimiento de la empresa, e incluso a la propia salud económica del tejido industrial de la región.

3. Incrementa los costes en salud y sanidad

Como indican los datos de la OMS, la falta de agua potable y de un saneamiento adecuado tienen graves implicaciones para la salud de la población. Por ejemplo, según estos datos, en el mundo hay al menos 2000 millones de personas que utilizan una fuente de agua para consumo humano contaminada con heces. La contaminación microbiana del agua para estos fines como resultado de la contaminación con heces supone el mayor riesgo en cuanto a salubridad y transmisión de enfermedades como la diarrea, el cólera, la disentería, la fiebre tifoidea y la poliomielitis.

Como consecuencia, se incrementan tanto los costes directos de atención médica como los costes por la pérdida de días de trabajo debido a estas enfermedades. Además, la diarrea crónica y otras enfermedades relacionadas con el agua afectan negativamente a la nutrición y al desarrollo infantiles, lo que además de incrementar los costes médicos tiene un impacto a largo plazo en sus oportunidades educativas y laborales.

4. Reduce el turismo y ralentiza el desarrollo económico

El turismo depende en gran medida de la disponibilidad de recursos naturales, incluyendo el agua. Si una región presenta escasez de agua, puede ser un factor disuasorio para el turismo, que suele buscar destinaciones que ofrezcan experiencias agradables y cómodas. Si la zona no dispone de agua para actividades recreativas, o limita los servicios del alojamiento turístico por la falta de agua, los visitantes optarán por reducir su estancia o bien viajar a destinos menos afectados por esta limitación.

Si tenemos en cuenta que el turismo es una fuente importante de ingresos para muchas economías, la falta de turismo afecta a empresas locales, proveedores y trabajadores de la industria turística, y en general a la capacidad de generación de empleo de la zona, y por lo tanto a su desarrollo económico.

En determinados países y regiones, la falta de acceso al agua potable puede provocar también desplazamientos de población y conflictos derivados de las tensiones entre comunidades por el acceso a los recursos naturales.

En resumen, la falta de agua potable tiene un impacto significativo en la economía a diferentes niveles, desde la producción agrícola hasta la industria y el turismo. Por ello, es esencial que desde el gobierno y las entidades públicas se aborde este problema de forma integral e interconectada, para proveer a las regiones de unas infraestructuras hídricas suficientes para garantizar un desarrollo sostenible.